El Templo del Buda de oro o Wat Traimit en tailandés contiene una estatua de buda en oro macizo, la más importante del mundo. Está en Bangkok, Tailandia. Su descubrimiento e historia te dejará sin palabras.
No sé cuanto hay de leyenda y cuanto hay de verdad. Pero lo cierto es que la historia del Buda de Oro es digna del mejor relato mítico. Es, a grandes rasgos, la siguiente: A principios del siglo XX se trasladó una estatua de estuco dorado desde un templo en desuso a una pagoda de escasa relevancia en Chinatown, el barrio chino de Bangkok.
La estatua no entraba en el templo por lo que se quedó en la calle, apenas recubierta por un tejado metálico. Así permaneció durante más de dos décadas. La gente pasaba, a diario, delante de ella, sin prestarle mayor atención que la que se presta a un restaurante o a un anciano sentado en un banco. Nadie se fijaba en esa representación de buda de la pagoda de Wat Traimit.
Pero nadie intuía -ni siquiera imaginaba- lo que se escondía detrás de esa vulgar estatua. La sorpresa vino cuando se iniciaron unas obras de remodelación del templo y, una grúa con un cable mal tensado, resquebrajó el yeso del buda.
¿Y qué sucedió entonces? Pues lo que sucedió es que bajo el yeso había oro. Que el estuco escondía oro macizo. Y, de este modo, por un capricho del destino, lo que era una posesión sin valor se transformó en un objeto de culto y pleitesía para millones de budistas en todo el mundo.
Repito: desconozco qué hay de cierto en esta historia. Igual es una patraña inventada por algún historiador impreciso o algún listillo sin escrúpulos. En cualquier caso, algún día se la contaré a mis hijas por la noche. Porque, aunque sea mentira, es un bonito cuento oriental, del que se pueden extraer evidentes moralejas o reflexiones.
El Buda de Oro mide unos 3 metros y pesa más de 5 toneladas. Se cree que fue enyesada para esconder tan preciado botín de las manos de los invasores birmanos. Se conjetura también que fue construida en Ayutthaya, una de las capitales históricas de Tailandia.
Hoy día, los fieles cierran sus ojos delante del Buda y le entonan alguna oración o petición. Realizan sus ofrendas y le veneran con un respeto y fe que, probablemente, hayamos perdido hace decenios en Occidente. Los niños se arrodillan con sus pies descalzos y sucios. Los adolescentes y escolares idolatran a un hombre muerto hace más de dos mil años.
Alrededor de la figura de oro macizo se despliegan vendedores ambulantes y monjes mendicantes. Uno de ellos perdía su mirada en el infinito y calzaba largas patillas como una estrella de rock americana.
No faltaba de nada. Por haber había hasta una «Pepsi Woman».
Una visita imprescindible en Bangkok. Como dicen hoy día los modernos: un must de Bangkok.
Sin duda, uno de los sitios de visita inexcusable en Bangkok. Enhorabuena por el blog, un abrazo!
Gracias Paco! Sigo y admiro todo lo que haces. Un honor tu felicitación. Un abrazo fuerte!