Desde abajo, desde el valle, se adivinaba un punto blanco, apenas una mota, una mancha envuelta en una bruma densa y fantasmagórica. Es ciertamente difícil, presentir que allí arriba se esconde uno de los malabarismos arquitectónicos más arriesgados y sorprendentes de Asia y, por ende, del mundo.
EL NIDO DEL TIGRE
El Monasterio de Taktsang Palphug en Bhutan, más conocido como “El Nido del tigre” es el mayor reclamo turístico de Bután, el diminuto reino de los Himalayas.
No me importa confesar que el principal motivo por el que decidí visitar el país fue para subir al Tiger Nest. Había visto fotos y no daba crédito a que alguien hubiese construido algo en semejante ubicación. No podía creerlo. Tenía que verlo con mis propios ojos.
Iniciamos nuestra andadura a lomos de una mula y rematamos la ascensión andando. El subirnos a una mula me recordaba a alguna película antigua de aventuras en las que los exploradores se subían a mulas para llegar a algún lugar inaccesible de la mano de guías locales. Fue una experiencia divertida.
LA SENDA
Al poco de iniciar la subida empiezas a ver estupas, fuentes y banderas de oración. Te hacen ver que estás en la dirección correcta. El bosque que te rodea es magnífico. Verde musgo, riachuelos caprichosos, rocas grandes y precisas.
El Nido del tigre ya se vislumbra a lo lejos. Su figura cada vez es más clara.
BUDISMO Y LEYENDA
Cuenta la leyenda que el Gurú Rinpoche , también conocido como Padmasambhava, voló a lomos de una tigresa, en el siglo VIII, hasta el acantilado donde hoy se encuentra el Taktsang. Guru Rinpoche fue quien difundió el budismo en Bhutan. Es un personaje de gran importancia en la cultura butanesa.
El Nido del tigre se encuentra en el Valle de Paro y es un templo sagrado para los budistas. Se construyó en 1692 en el lugar donde meditó el Gurú Rinpoche.
Está, literalmente, colgado de la montaña.
El monasterio se encuentra a más de 3.000 metros de altura y cuelga más de 700 metros sobre el valle sagrado de Paro.
Desafía las leyes de la gravedad, el vértigo de los incautos peregrinos y turistas y las más elementales reglas de la lógica humana.
La subida te lleva, aproximadamente, unas tres horas, dependiendo de tú ritmo y forma física y de las paradas que hagas para hacer fotografías o contemplar las impactantes vistas. Nosotros empleamos toda la mañana. Cada pocos pasos parábamos. El espectáculo era indescriptible. Había que saborearlo.
RESTAURANTE Y FALOS
Más o menos a mitad de camino, hicimos una parada en un restaurante con vistas panorámicas al Taktshang. No recuerdo que comimos. Creo que arroz con algún tipo de aderezo. Pero nos supo a gloria.
En la cafetería se vendían todo tipo de objetos. Algunos, como se puede apreciar en la foto de arriba, realmente curiosos. Y sí, son lo que parecen. En Bután se veneran los falos. Sus habitantes los pintan en las fachadas de sus casas para atraer la fertilidad y como símbolo de protección.
Es algo realmente chocante para la cultura occidental. Yo la primera vez que los vi pintados, con todo lujo de detalles, en las casas de la gente… me quedé a cuadros.
Tras nuestro descanso, proseguimos ruta. En el camino nos cruzábamos con monjes budistas que subían al monasterio como peregrinación al templo sagrado.
ESTUPAS Y BANDERAS DE ORACIÓN
Algunas estupas del camino eran una obra de arte en sí mismas. Y más con el enclave de lujo en el que se asentaban.
Si subes las escaleras hasta llegar a la estupa puedes apreciar pequeños detalles de la arquitectura local. Hay banderas de oración por todas partes. Cientos de banderas susurrando sus oraciones al viento. El encanto del lugar es irresistible.
ARQUITECTURA Y ROCAS
El monasterio, como se aprecia en la foto de arriba, está compuesto por varias construcciones comunicadas entre sí. Todas ellas decoradas con motivos de la arquitectura típica butanesa.
Está esculpido sobre la misma roca. Insertado en el mismo precipicio. Solo un loco o un ermitaño edificaría un monasterio en una ubicación así.
Según un dicho popular de los butaneses, el Monasterio de Taktsang se agarra al acantilado al igual que un lagarto y, del mismo modo, se agarra a los corazones de quienes lo han visitado. No soy muy amigo de ese tipo de dichos pero, en este caso, es estrictamente cierto.
TRADICIÓN Y MODERNIDAD
El pequeño reino de Bhutan es conocido como la “tierra del dragón del trueno”. Es un país realmente único. Ha guardado sus tradiciones durante siglos y ahora las combina, sabiamente, con la modernidad.
Es un país donde todos visten con ropa tradicional, con el Gho y la Kira.
Dispares desde donde dispares tu cámara, el resultado es una postal lista para enmarcarse.
En algún sitio he leído que los templos budistas suelen ubicarse en lugares de difícil acceso. De tal manera, el esfuerzo y el sufrimiento se entrelaza en la peregrinación y el camino espiritual.
Justo antes de llegar al Nido del tigre, puedes ver una oculta y salvaje cascada. Y cerca de ella está la Singye Phu Lhakhang o Cueva del León de Nieve, vestida con un coqueto templo empotrado entre las cortantes rocas.
Al llegar al Taktsang entramos, y lo que allí vi y sentí…bueno eso, eso es ya otra historia.
…y esa otra historia es la que ya estamos esperando con expectación tus lectores, «hombre que viajas».
jajaja. un abrazo fuerte Carlos.
Maravilloso lugar! Es increíble en fotografías así que no puedo ni imaginar cómo debe ser visitarlo en persona. Otro lugar que añadir a la lista de deseos viajeros. Gracias por compartir toda la información. Saludos ! Olga.
Gracias Olga. Efectivamente, es un lugar increíble. Recomendable para ir (al menos) una vez en la vida. Y, de paso, conocer Bután y su peculiar cultura. Saludos.